La primera leche que produce la madre es el calostro, una sustancia rica en inmunoglobulina, que son anticuerpos esenciales para proteger al recién nacido. Esta leche tiene una concentración muy elevada de proteínas destinadas a proteger al niño de infecciones, ya que pasa de un ambiente estéril en el vientre materno a uno lleno de potenciales contaminantes.
El calostro también es rico en vitaminas liposolubles como A, D, E y K, vitales para prevenir la hemorragia del recién nacido. Después de unos 15 días, la madre comienza a producir la leche de transición, que marca el cambio del calostro a la leche madura. En este período, aumenta la concentración de grasa y lactosa, el azúcar de la leche, importantes para el desarrollo nutricional del bebé.
La leche materna es un líquido biológico sumamente completo, compuesto por proteínas, lactosa, glucosa, lípidos y ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga. Estos componentes favorecen el desarrollo físico, mejoran el coeficiente de inteligencia y la visión de los neonatos. Además, contiene células vivas, como neutrófilos y linfocitos, que también protegen contra infecciones.
El contacto piel con piel entre madre e hijo, fomentado por la lactancia, tiene beneficios psicológicos a largo plazo, promoviendo una mayor estabilidad emocional y afectividad en el niño, favoreciendo su salud mental futura.
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